domingo, 12 de julio de 2009

Gastronomía y Música
(Amantes Eternos)

Todos los buenos cocineros que conozco son melómanos y todos los buenos músicos que conozco cocinan o comen con gusto, me atrevo a decir que es un ADN que comparten ambas profesiones y es así que la música y la gastronomía son un matrimonio lógico hasta que inventamos la sala de conciertos y los restaurantes.
La comida italiana es sencilla, con pocos elementos que acomodamos de manera magistral por respeto al producto, la comida francesa, por el contrario, es de preparaciones largas, maceraciones y muchos ingredientes para llegar a un final perfecto, tal como la música barroca de ambos países seguramente la música del pasado de América esta cargada de sofrito.

Parece que España es la reconciliación de estos dos amantes (Cocina - Música) y es que desde hace cerca de una década hay un movimiento músico - gastronónico, sólo por citar algunos ciclos líricos organizados por la asociación de hoteleros de Sevilla, festival de música de Barcelona con maridajes de poesía, música y gastronomía y las jornadas europeas de cultura judía de Segovia también realizadas con el matrimonio música - cocina.
Sólo los invito a que por un momento nos traslademos al año de 1867 cuando la reina le dice al rey que quiere hacer un baile y este le dice al chef y a J. Strauss sobre el evento, días después Staruss empieza a sazonar la melodía del Bello danubio azul y el chef a componer un Bouquet-Garní y un Mire-Poix. El viernes a las siete de la noche ambos tienen Mice an place y batuta en mano, de ahí en adelante imaginemos sus olores, sus sonidos, sus sabores las armonías, cómo se ven estos dos novios; la fiesta empieza en el paladar, el resto corre por nuestra imaginación...

El futuro es posible inclusive mirándolo desde un ñente estrictamente pragmático hacerlos es un buen negocio. El prestigio que esto le genera a una ciudad, sus valores morales, culturales y la venta de valores gastronómicos; es quizá este el momento de los activos más poderosos de los países. Es simple pero lapidario, la cultura vende. Y esta solo en nosotros la decision de querer montarnos en ese tren o verlo pasar con nostalgia.


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